Hoy tenemos el privilegio de conversar con David Álvarez, más conocido como “Polaco”, un futbolista que hizo de su pasión por el balón un camino de vida. Desde formarse en la prestigiosa Masía del FC Barcelona hasta vestir la camiseta de equipos históricos, Polaco vivió el fútbol en todas sus facetas: la gloria, el sacrificio y la ilusión.
En Ceuta encontró mucho más que un club, halló un hogar y una familia. Hoy, ya retirado como jugador, sigue dejando huella desde el banquillo del Ceuta B, transmitiendo valores y enseñanzas a la próxima generación. En esta entrevista, conocemos al jugador, al entrenador y, sobre todo, a la persona que hay detrás de ese apodo que en Ceuta se pronuncia siempre con mucho cariño.
Empecemos por tus orígenes… ¿Qué significó para ti formarte en la Masía?
La verdad es que fue una experiencia única. No me lo esperaba, porque a mis padres tampoco les gustaba mucho el fútbol. A mí, desde muy pequeño, me empezó a gustar, jugaba en la calle, pero a mi madre no le gustaba que estuviera todo el día fuera, así que me apuntaron a un equipo y jugaba por diversión. Al final me salió la oportunidad de irme al Barcelona con 13 años. Fue increíble, porque me fui siendo muy pequeño, y todavía recuerdo que mis padres lo pasaron mal, pero yo quería irme. Tuve la suerte de adaptarme muy bien y es una experiencia que se me ha quedado marcada de por vida.

¿Volverías a repetir?
Sí, sin duda. Volvería a repetir mil veces. Como siempre digo, hay cosas que no habría hecho, porque en ese momento no eres consciente de todas las facilidades y oportunidades que tenías, de cómo me trataron… Me fui siendo un niño y no era consciente de lo que suponía. Es verdad que allí no me faltaba de nada, porque estábamos en la gloria, pero ahora pienso que debería haberlo aprovechado mucho más de lo que lo aproveché.
¿Qué recuerdo guardas de compartir vestuario con jugadores como Messi, Iniesta o Thiago?
Cuando van pasando los años te das cuenta de que son experiencias increíbles. De hecho, mi quinta era la de Bartra, Thiago, Muniesa, Abu, Bojan… Con Bojan tengo mucha relación, también con Jonathan Dos Santos. Messi era mayor que yo, pero estaba en la residencia. Eran y son gente normal, que veníamos de muy lejos a jugar al fútbol. Llegamos siendo niños, todos con el mismo objetivo, pero sobre todo lo pasábamos bien, disfrutábamos y vivimos cosas únicas e irrepetibles.

Mirando atrás, ¿cuál fue el momento más difícil de tu carrera como futbolista?
Momentos complicados he tenido muchos, sobre todo cuando me he tenido que ir fuera o cuando he pasado por descensos. He tenido la mala suerte de descender con equipos, y esos momentos son duros porque vas a un club, das todo, y a veces no sale. He estado en 14 clubes, en los cuatro grupos de la antigua Segunda B, lejos de la familia y de mi gente. También he tenido impagos, he estado en equipos que me dejaron de pagar, he tenido que denunciar, cambiar de equipo en enero… Son situaciones feas, pero no cambiaría ninguno de esos momentos, porque me quedo con todo lo que me dio el fútbol.
¿Y el momento más especial, ese que volverías a vivir?
Siempre lo digo, aparte de mi etapa en el Barcelona, mi momento más bonito fue aquí, en Ceuta, el día contra el Numancia. Todavía estábamos en Tercera, vino el Numancia de Segunda, marqué el gol del empate 1-1, fuimos a penaltis y pasamos la eliminatoria. Fue increíble por la situación en la que estaba, disfrutando del fútbol de nuevo, ya en Ceuta, feliz… Es un momento que tengo marcado y no se me olvidará jamás.

Sobre tu paso a entrenador, ¿cuándo te diste cuenta de que querías entrenar?
Siempre lo tuve claro. Jugando de mediocentro ya tenía esa faceta de mirar más allá, de ver el juego. Siempre me gustó la gestión de grupo, ser capitán, ayudar… Desde hace años sabía que quería ser entrenador. Aquí en Ceuta tengo mi casa. Podría haber alargado mi etapa de jugador porque en el vestuario aportaba mucho, aunque ya no tanto en el campo. Fui sincero con el club y el club fue sincero conmigo. Sabía que me llegaría la oportunidad de entrenar, no sabía cuándo, ni lo pedí, pero llegó y ahora toca disfrutarlo y aprovecharlo.
¿Qué entrenadores te marcaron más durante tu etapa de jugador?
He tenido la suerte de tener muy buenos entrenadores. En el Barça estuve con Luis Enrique, García Pimienta, incluso alguna sesión con Guardiola cuando subía al primer equipo. Pero uno de los que más me marcó fue Yosu Uribe, me fui con él a Grecia, volví, volvimos a trabajar juntos… Siempre miró por mí, siempre me ayudó, incluso estando en otros equipos. Y, por supuesto, José Juan Romero. José Juan me marcó mucho, cuando llegué parecía que podía haber dudas por mi forma de jugar, pero me dio mi sitio, fue espectacular. Me gané el puesto y llegó aquel gol contra el Numancia, el año del COVID. Además, con José Juan volví a disfrutar del fútbol de verdad. Desde que salí del Barça nunca había estado en un equipo con una idea tan parecida, competir, jugar bien, sacar lo mejor de cada uno. Él consiguió sacarme mi mejor versión.

¿Qué estilo de juego quieres que tenga tu equipo?
Sobre todo, quiero que tenga similitud con el primer equipo. Me gustan los equipos valientes, atrevidos, con personalidad, con un ADN claro. Nosotros, en el filial, tenemos que ser protagonistas con balón, apretar, recuperar rápido, tener el balón… Hacer un equipo que guste ver. Siempre lo digo, prefiero ganar 5-4 que 1-0.
¿Cómo piensas que se debe trabajar la motivación y la presión con jugadores jóvenes que sueñan con dar el salto al primer equipo?
He estado en cinco filiales y sé lo que significa un filial. La motivación es muy clara, tienen el mayor premio ahí mismo, dar el salto al fútbol profesional. Nosotros estamos para ayudarles. Siempre les digo que si en la jornada 2 el filial tiene que desaparecer porque los 25 jugadores han subido al primer equipo, ese es el mayor objetivo y el mayor premio para todos. No tienen que tener prisa, unos necesitarán más tiempo que otros, pero hay que fijarse en como jugadores como Iván Breñé, Taufek, Sufian, Víctor Corral, Jacobo… Todos subieron porque en el filial fueron los mejores. Tienen que competir, crecer, tener hambre, ser los mejores aquí para poder dar ese salto.

¿Qué valores quieres transmitir a los chicos del Ceuta B?
Sobre todo que sean una familia. Sé que compiten entre ellos, pero uno depende del compañero, del entrenador, del ayudante… Es clave el compañerismo. Mis mejores años como futbolista fueron cuando estuve con buenos grupos humanos, humildes, trabajadores, con hambre. Ahí es cuando más he rendido. El ego es el enemigo. Aquí todos somos iguales, todos tienen oportunidades. Lo importante es ser una familia, un equipo de verdad.
Si pudieras volver a jugar un partido, ¿cuál sería?
Más que un partido concreto, volvería a los partidos en los que no tuve la opción de ascender. O, mejor dicho, volvería atrás para aprovechar más las oportunidades. Al final eres un niño y no eres consciente. Muchas veces lo digo, mis padres, mi hermano, todos me decían cosas y tenían razón. Por eso, más que un partido, volvería a aprovechar el día a día. El tiempo pasa muy rápido. Tengo la sensación de que hace tres meses era futbolista, hace un año estaba en Barcelona y hace cinco en mi casa, en Jerez. Todo pasa volando, así que hay que disfrutar cada momento.

Más allá del fútbol, ¿qué significa Ceuta para ti?
Ceuta para mí es todo. Antes de venir aquí estuve en 15 equipos, 15 ciudades… Algunas bien, otras con momentos difíciles. Pero llegué aquí y encajé. Aquí soy feliz, tengo a mi familia, a mi mujer, a mis niños. Siento esto como mío. Vine cuando el club estaba en un momento complicado, con mucho margen de mejora, y desde entonces siento que esto me pertenece. Lo disfruto cuando toca disfrutar y me duele cuando toca sufrir. Me siento querido, la gente me reconoce por la calle y valora lo que hice. Eso es lo más difícil de todo, sentir ese cariño mutuo. Ceuta me lo dio todo, a nivel personal y deportivo. Si no fuera así, estaría en otro sitio, pero aquí encontré mi lugar.

Por último, si tuvieras que definir tu carrera en una sola palabra, ¿cuál sería y por qué?
No sabría definirla en una sola palabra… ¡dímela tú! Pero sí puedo asegurar que siempre lo he dado todo. El fútbol me dio lo que me tuvo que dar. Aproveché las cosas buenas, tuve opciones de meterme en el fútbol profesional, pero por otras circunstancias no se dio. Siempre digo que de cabeza y mentalidad era Primera División, pero de piernas a lo mejor era Tercera… Por eso me quedé en Segunda B y Tercera. Pero siempre lo he dado todo.

Con esta charla, descubrimos que detrás del apodo “Polaco” hay mucho más que un futbolista: hay un niño que un día salió de Jerez con una maleta cargada de sueños, un joven que aprendió de los mejores en la Masía, y un hombre que encontró en Ceuta un lugar para echar raíces y devolver todo lo que el fútbol le dio.
Hoy, Polaco sigue dando todo como siempre lo hizo, pero desde otro lado, intentando que sus chicos aprovechen cada minuto y cada consejo, igual que él habría querido aprovechar aún más los suyos. Porque, como él nos ha enseñado, al final lo más importante no es solo llegar, sino saber que lo diste todo.
Y en Ceuta, su casa, Polaco lo sigue haciendo: dejando huella, formando personas y transmitiendo valores de esfuerzo, humildad y familia a los jóvenes que sueñan con llegar donde él llegó… o incluso más lejos.
Y sí, tal vez esa palabra que define su trayectoria sea entrega, porque Polaco nos recuerda que los sueños se construyen día a día, con sacrificio, alegría y pasión. Y que, al final, el mejor gol es sentirse en casa.