Este Domingo de Resurrección, Ceuta volvió a ser escenario de un fenómeno cada vez más difícil de catalogar: la visita de Alvise Pérez. El eurodiputado y autoproclamado azote del sistema, conocido por mezclar teorías de conspiración, pulsiones mesiánicas y una sorprendente capacidad para atraer cámaras, ha decidido sumarse a la procesión del señor resucitado . Porque claro, ¿qué mejor forma de celebrar la resurrección que resucitando tensiones diplomáticas con Marruecos?
Del mitin al paso procesional, sin escalas
Hace apenas unas semanas, el mismo Alvise desembarcaba en Ceuta con su estilo característico: provocador, populista y con el ego por bandera.
Reunió a unas 300 personas, se dio un baño de masas y, por si quedaba alguna duda de su polivalencia, se calzó las zapatillas y corrió la Media Maratón de la Legión. Un espectáculo entre el showman, el influencer de ultraderecha y el aspirante a Rambo en versión castiza que puede provocar el enfado monumental maaroquí sin que al sevillano parezca importarle.
Hoy, ha preferido cambiar el dorsal por la chaqueta y la mirada piadosa, integrándose en la procesión ceutí como si fuera uno más.
Marruecos no aplaude. España tampoco.
Mientras Pérez pasea su aura de mártir nacionalista por la ciudad autónoma, Marruecos observa con evidente desagrado. La presencia de una figura tan polémica en una ciudad tan delicadamente situada como Ceuta —y con una historia de tensiones recientes con Rabat— no es, ni de lejos, una anécdota inocente.
Pero claro, Alvise no es de los que se preocupan por la diplomacia. O por la lógica. O por la historia. Su doctrina es clara: cuanto más ruido, mejor. Si de paso se incendian un par de puentes entre naciones, pues ya vendrán otros a apagarlos. A él le basta con los titulares.
¿Espiritualidad o estrategia?
Cuesta creer que la presencia de Alvise en una procesión tenga algo que ver con la fe. A no ser que hablemos de fe en sí mismo, que es la única religión que parece practicar con devoción inquebrantable.
Su aparición en Ceuta —por segunda vez en pocas semanas— responde más a una estrategia de saturación populista que a un acto de respeto religioso.
Porque Ceuta, con su equilibrio frágil, su diversidad cultural y su posición geográfica, no necesita provocadores con complejo de libertadores.
Necesita diálogo, estabilidad y, sobre todo, menos circo.
Alvise Pérez pretende enfrentar a los inmigrantes con “mano dura” y defender la “cultura española” en una Ceuta que, por suerte, no necesita de ella
