Mientras en Ceuta persiste un costoso entramado de sociedades municipales deficitarias, Estepona brilla con un modelo de gestión austero, transparente y eficaz que ha llevado al municipio a la deuda cero y al máximo nivel de inversión pública
Ceuta arrastra desde hace años un entramado de sociedades municipales que, lejos de ser una solución, se han convertido en un problema estructural: duplicidad de funciones, falta de transparencia, déficit crónico y escasa eficiencia en la prestación de servicios. Un verdadero tinglado institucional que consume recursos públicos sin generar resultados acordes.
Frente a este escenario, el ejemplo de Estepona destaca con fuerza. Su alcalde, José María García Urbano, no solo ha transformado la imagen urbana de su municipio, sino que ha liderado una revolución en la gestión pública, basada en una idea clara: eliminar lo que no funciona. “Las sociedades municipales eran un tinglado. Por eso las eliminé”, declaró recientemente, dejando claro su diagnóstico y su determinación.

Bajo su mandato, Estepona ha logrado cancelar una deuda de más de 300 millones de euros heredados de anteriores gobiernos, convirtiéndose en uno de los pocos grandes ayuntamientos de España en alcanzar la deuda cero. Esta hazaña ha sido posible gracias a un plan de ajuste riguroso que, desde 2011, ha permitido cerrar diez ejercicios consecutivos con superávit, culminando en 2024 con un récord de 45,6 millones de euros de excedente y una capacidad de financiación de 24 millones.
En paralelo, el gobierno local ha apostado por medidas inteligentes y eficientes:
• Supresión de estructuras innecesarias, como las sociedades públicas ineficaces.
• Control del parque móvil municipal, evitando vehículos que duermen años en el garaje a costa del contribuyente.
• Central de compras única para material fungible, con la que se evitan despilfarros y se consiguen las mejores ofertas.
Todo ello se traduce en más inversión real para los ciudadanos, menos impuestos y una administración moderna y solvente. En Estepona, los remanentes de tesorería se destinan ya a planes de asfaltado, instalaciones deportivas, alumbrado, una planta desaladora y equipamientos estratégicos como el Hospital de Alta Resolución, el Paseo Marítimo o el Auditorio Felipe VI.
Mientras tanto, en Ceuta, muchas sociedades municipales siguen acumulando pérdidas, generando dudas sobre su verdadera utilidad y sobre la voluntad política de afrontar una reforma en profundidad.
La comparación es inevitable: Ceuta necesita valentía para desmontar un sistema ineficaz y opaco, como hizo Estepona. Solo con decisiones firmes y visión estratégica se podrá liberar recursos, mejorar servicios y devolver la confianza a los ciudadanos.
Es hora de dejar atrás el tinglado. Y Estepona demuestra que sí se puede.
