ABDELKAMIL MOHAMED MOHAMED
Ayer, miles de ceutíes salimos a la calle con un solo grito: ¡Stop al genocidio en Palestina!
Fue un acto de dignidad colectiva, de humanidad pura, sin banderas religiosas ni culturales. Fue el alma de un pueblo diciendo basta.
Y sin embargo, entre la emoción y el dolor, ayer volvió a quedar al descubierto la gran farsa que desde hace años nos quieren vender: Ceuta, modelo de convivencia, ejemplo de cuatro culturas unidas…
Mentira.
Una fachada hueca que se desmorona en cuanto la vida real aprieta.
Porque en las causas que de verdad ponen a prueba el corazón, no hay discursos que valgan.
O estás con la justicia o estás con la indiferencia.
Y Ceuta, una vez más, mostró su fractura: una parte vibrando con el sufrimiento de Gaza, y otra parte sumida en el silencio o la distancia cómoda.
No culpo a quien no salió a la calle. Cada uno carga su conciencia como puede.
Pero es un hecho, y lo digo claro: la igualdad real en Ceuta no existe, y el famoso «crisol de culturas» no pasa de ser un eslogan para turistas despistados.
Además, el Gobierno de la Ciudad, al ignorar la petición de la Plataforma Ceuta con Palestina, dejó en evidencia lo que muchos sabemos:
el poder también tiene bando, y no es el de los pueblos que sufren.
Yo seguiré luchando.
Por Palestina, por Gaza, por la dignidad humana, por la unión verdadera de los pueblos —esa que no se escribe en pancartas institucionales sino en los gestos valientes del día a día.
Gracias a quienes ayer fueron esperanza.
Y a los demás… simplemente, que la historia los juzgue como merezcan.
Seguimos.
No hay otro camino.
