Sectores de la oposición denuncian un ataque a la propiedad privada y reclaman una votación sobre el futuro del presidente.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha generado una fuerte polémica al pronunciarse contra la posible fusión entre los bancos BBVA y Banco Sabadell, una operación que contaba con el respaldo de buena parte del sector financiero. Algunos críticos han llegado a calificar esta decisión como una “expropiación” indirecta de los accionistas de ambas entidades, al considerar que se está interfiriendo políticamente en una operación privada de mercado.
La reacción más contundente ha venido de sectores conservadores y liberales, que acusan al Ejecutivo de adoptar una postura intervencionista que atenta contra la libertad económica y los derechos de los accionistas. En palabras de uno de los portavoces de la oposición: “¿Quiere Sánchez democracia directa? Pues llámenos a votar sobre su futuro y verá.”
Los defensores de la intervención alegan, por su parte, que el Gobierno tiene la responsabilidad de preservar la competencia bancaria y evitar concentraciones que puedan afectar a consumidores y pymes. Desde Moncloa se argumenta que una operación de tal magnitud requiere supervisión y justificación económica y social, y no solo financiera.
La tensión entre el poder político y los mercados vuelve así al centro del debate público, con implicaciones no solo económicas, sino también institucionales y democráticas. Se abre ahora una etapa de incertidumbre para los accionistas del BBVA y Sabadell, así como para el conjunto del sistema financiero español.
