La segunda derrota del Manchester City en este arranque liguero, un 0-2 frente al Tottenham en el Etihad, dejó al descubierto una realidad incuestionable: sin Rodri Hernández, el vigente Balón de Oro, el conjunto de Pep Guardiola pierde su esencia.
El técnico había asegurado que el regreso del centrocampista se produciría “después del parón internacional”. Sin embargo, la fragilidad mostrada por los citizens obligó al catalán a recurrir antes de tiempo a su pieza clave. Con el marcador ya en contra, Rodri disputó un cuarto de hora que bastó para demostrar que sigue siendo insustituible.
El español, que arrastra las secuelas de una grave lesión de rodilla y problemas musculares posteriores, volvió a vestirse de corto tras perderse el debut liguero y sumar apenas minutos en el Mundial de Clubes frente a la Juventus. En su reaparición, apenas falló dos pases de 17 intentados, completó tres desplazamientos largos y ganó cuatro de cinco duelos, transmitiendo la seguridad que el City añora cuando él no está.
Aunque Nico González había cumplido con nota en las primeras jornadas, Guardiola sabe que no existe recambio real para Rodri. Su presencia ordena, sostiene y conecta al equipo. “Esperamos que después del parón esté realmente en forma”, reconoció el entrenador hace unos días. Pero la realidad es que, incluso a medio gas, el centrocampista madrileño es indispensable.
El City, que aspira a revalidar su corona en la Premier League 2025-2026, necesitará tener a su faro plenamente recuperado si no quiere ver comprometida su temporada demasiado pronto. Porque con Rodri, el campeón sonríe; sin él, el gigante parece de cristal.
