Por el Think Tank Hispania 1188
Jesús M. González Barceló
En un mundo donde la cifra bruta parece haberse convertido en dogma, titulares como “Japón tiene una deuda del 252% del PIB y no se hunde” se repiten como mantras que pretenden justificar la laxitud fiscal en otras latitudes. Sin embargo, esta comparación resulta falaz y, sobre todo, peligrosa. Japón y Estados Unidos no son intercambiables: sus estructuras económicas, fundamentos monetarios y composiciones inversoras se parecen tanto como un bonsái a una secuoya.
1. El error del espejo fiscal: diferencias estructurales
Japón presenta una deuda pública bruta superior al doble de su PIB. Estados Unidos, por su parte, ya roza el 120%. Pero el contexto económico de cada país es radicalmente distinto:
- Japón es acreedor neto global: mantiene una posición inversora internacional neta (PIIN) positiva de más de 3,5 billones de dólares. Es decir, el mundo le debe dinero.
- Estados Unidos es deudor neto mundial: su PIIN es negativa en casi 18 billones de dólares. Nunca en la historia económica moderna una nación ha mostrado semejante nivel de dependencia externa.
2. Quién financia la deuda: doméstica vs. externa
El 90% de la deuda japonesa está en manos nacionales, y el Banco de Japón posee cerca del 50% de los bonos. Es una deuda interna, circular y gestionable.
En cambio, la deuda estadounidense está mucho más expuesta: un 30% está en manos extranjeras (como China, Japón y fondos soberanos), y un 17% bajo control de la Reserva Federal. El resto lo tienen inversores privados, fondos de pensiones y aseguradoras. Esta aparente diversificación es, en realidad, una vulnerabilidad sistémica frente a dislocaciones globales de capital.
3. Coste de la deuda: el tiempo juega contra Washington
Japón paga menos del 1% de su PIB anual en intereses gracias a décadas de tipos de interés cercanos a cero y una política monetaria ultraexpansiva.
Estados Unidos, por el contrario, dedica ya más de 1 billón de dólares al año solo al pago de intereses: cerca del 3,3% de su PIB. Y con una curva de tipos invertida, la refinanciación de deuda se encarece progresivamente.
¿Hasta cuándo podrá soportar ese coste sin sacrificar gasto social, defensa o inversión pública?
4. Vulnerabilidad geoestratégica y estabilidad monetaria
El dólar es, sí, la moneda de reserva mundial. Pero eso no garantiza una carta blanca para endeudarse indefinidamente. La confianza internacional en el dólar se basa en expectativas de estabilidad fiscal, crecimiento sostenido y solidez institucional.
El día que los mercados perciban que esa confianza está en peligro, el coste de financiar la deuda puede dispararse. Lo que hoy parece un privilegio podría tornarse en castigo global.
5. Japón y EE.UU.: trayectorias divergentes
Japón lleva décadas atrapado en un estancamiento demográfico, inflación baja y tipos cero. Su política fiscal expansiva responde a una enfermedad estructural. No es un modelo exportable.
Estados Unidos, por su parte, ha mantenido hasta ahora una economía vibrante, una demografía pujante y un sistema financiero hegemónico. Pero si no pone freno a su déficit estructural, podría acabar pareciéndose a Japón… sin el ahorro interno, la homogeneidad social ni la disciplina inversora.
Conclusión del Think Tank Hispania 1188
Comparar la deuda de Japón con la de Estados Unidos sin considerar los fundamentos que la sustentan es un ejercicio de superficialidad intelectual. La deuda japonesa es un asunto interno, en yenes y financiado por japoneses. La deuda estadounidense es un contrato con el mundo, en dólares, sostenido por una credibilidad que no es eterna.
Estados Unidos no es Japón. Y un 120% de deuda puede ser más peligroso que un 252% si la confianza global se agota.
La pregunta no es por qué Japón sobrevive.
La verdadera pregunta es:
¿Cuánto tiempo más podrá EE.UU. seguir bailando sobre la cuerda sin red?