La segunda semifinal del festival estuvo marcada por actuaciones que desafiaron los intentos de censura de la UER, con España destacando por su actitud firme y contestataria.
Eurovisión 2025 está alcanzando su punto álgido y, con todos los finalistas ya definidos, la segunda semifinal pasará a la historia no solo por su derroche de luces y actuaciones impactantes, sino por un ambiente de rebeldía en el que España se erigió como una de las voces más firmes contra la uniformidad impuesta por la organización.
Lo que debía ser una noche más de espectáculo se transformó en una suerte de «motín escénico». Las puestas en escena estroboscópicas y delirantes, lejos de atenuarse por las indicaciones de la Unión Europea de Radiodifusión (UER), se intensificaron. Numerosos países rompieron moldes, apostando por una expresión artística sin filtros, pero fue la propuesta española la que destacó por su fuerza simbólica y su clara declaración de intenciones.
Con una actuación que muchos ya describen como un “golpe en la mesa”, España no solo defendió su candidatura, sino que se posicionó como estandarte de una edición que, pese a las tensiones, vuelve a ser un altavoz para la libertad creativa y la diversidad.
Todo está listo para la gran final de este sábado, donde el micrófono de cristal será mucho más que un premio musical: se convertirá en un símbolo del equilibrio entre espectáculo, autenticidad y resistencia.
