Jack Grealish (29 años) se ha convertido en un problema urgente por resolver en las oficinas del Manchester City. El internacional inglés, que llegó en 2021 como el fichaje más caro de la historia del club (117,5 millones de euros), ha perdido todo el protagonismo bajo el mando de Pep Guardiola. Su salida se perfila como necesaria… pero tremendamente complicada.
El nuevo director deportivo del club, Hugo Viana, tiene sobre la mesa uno de los expedientes más delicados del vestuario skyblue. El rendimiento de Grealish ha caído en picado: de jugar entre 40 y 50 partidos por temporada en sus primeras campañas, acumulando cerca de 4.000 minutos, a un papel casi testimonial en las dos últimas. Apenas ha disputado 1.500 minutos y quedó fuera incluso de la convocatoria para el pasado Mundial de Clubes, una clara señal de que Guardiola no cuenta con él.
El problema no termina ahí. Grealish es el sexto jugador mejor pagado de toda la Premier League, con un salario cercano a los 18 millones de euros por temporada y contrato vigente hasta 2027. En el City, sólo Erling Haaland supera esa cifra tras la salida de Kevin De Bruyne. Estas cifras hacen inviable una venta directa y complican incluso una cesión, dado que muy pocos clubes pueden asumir su ficha.
El Nápoles ha sonado como posible destino, pero el rumor se diluye por la imposibilidad de asumir su salario. En Inglaterra, el Everton de David Moyes se perfila como única alternativa viable, pero solo bajo una fórmula de cesión con opción de compra no obligatoria. Una solución de emergencia que está ahora en manos del City.
Grealish, que llegó como estrella llamada a marcar una época en el club y en el fútbol inglés, se encuentra ahora en tierra de nadie. Su rendimiento deportivo ha quedado muy por debajo de lo esperado, y su vida extradeportiva, siempre expuesta, ha seguido generando titulares.
Los de Guardiola han regresado a los entrenamientos y urge resolver la incógnita Grealish antes de que la nueva temporada eche a rodar. El City necesita reconstruirse tras un curso decepcionante, y su extremo más mediático —y caro— se ha convertido en un peso muerto para el proyecto.
