ACNUR cesa su presencia en la capital del Sáhara, marcando un giro estratégico en la percepción internacional del conflicto
El Aaiún – mayo de 2025. En una decisión de gran calado político y simbólico, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha comunicado la finalización de los contratos de sus empleados en la ciudad de El Aaiún, capital de las provincias del sur de Marruecos, a partir de septiembre de este año. Esta medida se interpreta como una señal clara de que la narrativa tradicional sobre el conflicto del Sáhara Occidental está viviendo un giro definitivo.
La decisión del ACNUR no puede entenderse de manera aislada. Llega en un momento en el que el tratamiento regional e internacional del conflicto del Sáhara marroquí está experimentando profundas transformaciones. Analistas y observadores apuntan a que este movimiento refleja una nueva comprensión dentro del sistema de Naciones Unidas: el tiempo de la “neutralidad negativa” ha llegado a su fin.

Durante décadas, organismos internacionales han operado bajo supuestos que ya no se corresponden con la realidad del terreno. El Aaiún, lejos de ser una ciudad atrapada en un conflicto irresuelto, se ha consolidado como un centro estratégico del sur marroquí, con creciente peso económico, político y diplomático. La apertura de consulados por parte de varios países en la ciudad es una muestra tangible de su reconocimiento como parte integral del Estado marroquí.
La retirada del ACNUR en El Aaiún se interpreta como un reconocimiento tácito de la postura mantenida por Marruecos: que no existen “refugiados” en su propio territorio, sino ciudadanos que viven en paz, bajo protección estatal y beneficiándose de una dinámica de desarrollo sostenido. Desde esta óptica, mantener operaciones humanitarias en estas zonas carecería de justificación legal y práctica.
En contraste, la verdadera situación humanitaria que requiere atención internacional se encuentra, según múltiples denuncias, en los campamentos de Tinduf, en territorio argelino. Allí, miles de personas viven bajo un estricto control del Frente Polisario, sin libertad de movimiento ni expresión, en condiciones precarias y sin garantías básicas. A pesar de ello, ciertos sectores de la comunidad internacional han mantenido el silencio, atrapados en posturas ideológicas o geopolíticas desfasadas.
La medida del ACNUR envía un mensaje inequívoco al Frente Polisario y a su principal valedor, Argelia: el relato que han defendido durante más de cuarenta años ya no convence, ni dentro ni fuera del sistema de la ONU. Se vislumbra, incluso, la posibilidad de que otros organismos internacionales reconsideren su presencia en la región, si esta se muestra desconectada de la realidad y más alineada con intereses políticos que con principios humanitarios.
Esta decisión culmina años de declive para el Frente Polisario, marcado por divisiones internas, pérdida de apoyo internacional y cuestionamientos sobre su representatividad real. Al mismo tiempo, se refuerza la propuesta marroquí de autonomía bajo soberanía, una solución que ha recibido un respaldo creciente en foros internacionales.
Para muchos observadores, esta decisión simboliza el fin de una era marcada por ambigüedades diplomáticas y discursos anacrónicos. A partir de septiembre, El Aaiún se despide de una presencia simbólica de la ONU que, en la práctica, tuvo poco impacto, y da paso a una etapa caracterizada por la consolidación de la soberanía, el desarrollo y el reconocimiento internacional.
Con este paso, Marruecos fortalece su posición en el tablero regional e internacional, convencido de la justicia de su causa y del pragmatismo de su visión. El reloj diplomático avanza, y con él, parece desvanecerse el último vestigio de una narrativa que ya no encuentra eco en los hechos.
