Este agosto se cumple un año del que ha sido considerado uno de los mayores canjes de prisioneros entre Estados Unidos y Rusia en la última década. Un episodio diplomático que no solo reflejó las tensiones entre ambos países, sino también la maestría estratégica del Kremlin en estas operaciones. “Putin es el negociador de prisioneros más experimentado del mundo”, afirman expertos en relaciones internacionales.
Uno de los protagonistas de aquel intercambio, el disidente ruso Andrei Pivovarov, relata para cómo vivió su liberación tras haber pasado más de dos años en régimen de aislamiento desde 2021. “Nos liberaron, sí, pero no fue como en las películas”, recuerda con tono sobrio.
Pivovarov, conocido por su activismo político y por haber liderado organizaciones opositoras en Rusia, fue arrestado en plena campaña de represión contra voces críticas. Su liberación formó parte de un acuerdo complejo, negociado en la sombra y cuidadosamente calculado por ambas potencias.
Aunque el intercambio fue celebrado como un gesto de deshielo diplomático, también dejó al descubierto la asimetría entre los valores y métodos de Moscú y Washington. Para el Kremlin, los canjes no solo son un recurso humanitario, sino una herramienta geopolítica.
